Parrita...

Creo que nunca me había llegado tan fuerte una noticia como la que viví unos días atrás.

Disponiendo mi ánimo para "carretear", el Viernes recién pasado me llamó Pablo, desde Valparaíso, para decirme que Eduardo había tomado la triste decisión de quitarse la vida.

La piel se me puso helada, mi cabeza trataba de entender el porqué de su muerte.

Parrita era un hombre de Fe. De hecho, el Sacerdote que ofició la Misa nos contó que frente a su cuerpo encontró una Biblia abierta, como buscando en ella una respuesta que Dios podría haberle dado en ese último minuto fatal... es difícil pensar que una alma buena pueda llegar a perder el gusto por los colores de la vida.

Sin duda, son muchas las conclusiones que se pueden sacar. Un joven de 23 años que tenía su grupo de confirmación del cual era monitor; acólito desde muy niño; hasta ingresó al postulantado del carisma que tanto quiso y que tantas experiencias le entregó, para bien o para mal. Terminó de vuelta en casa, trabajando y estudiando.

Cuántas veces nos parece que la vida es una gran llanura que simplemente hay que caminar, casi mecánicamente, sin un motor que nos lleve a andar. Que no tenemos nada que entregar, porque nada tenemos para dar. Hacemos las cosas porque debemos hacerlas...

Parrita nos deja miles de enseñazas hasta el final... aprender a enfrentar la vida con amor, con pasión y alegría. Descubrir la voz de Dios en el dolor y agradecer por el regalo hermoso de estar vivo. Mirar hacia el lado y ver las riquezas que tengo, ese grano de arena que puede transformar el mundo que me rodea.

Esta noche apoyaré nuevamente la cabeza en mi almohada, pero será distinto...

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